mayo 19, 2008

No posees ni el cielo
ni el infierno.
Solo posees esta parcela
abandonada.
Derruida.
Olvidada.

mayo 07, 2008

Silencios

La palabra se desdibujó.
Y ese silencio acabó con ellos.
El tiempo
-ese divino “tesoro” de los mortales-
acabó con ellos.
Destellos de luz que terminaron extinguiéndose por completo.
Ese mismo silencio, que en pretéritos estaba poblado de sentidos,
quedó hueco.
Y así, sus lenguas quedaron inmóviles,
eternamente.



Digamos que un silencio puede construirse como un lenguaje enriquecido de sentidos, potenciado por el momento.
O digamos también que puede convertirse en el producto de un andamiaje de palabras nunca dichas.
Aunque he leído por ahí que “El silencio es el padre y la madre de la palabra. No hay palabra sin silencio. No hay sonido, no hay música, sin silencio”.
Pero, ¿por qué molesta tanto?, ¿por qué la necesidad de decir algo para llenar ese “espacio”?
En este mundillo de ideas, John Cage (a quien he conocido a través de bella persona) dirá que “…aún en el entorno más aislado posible escucharemos los sonidos del torrente sanguíneo y del sistema nervioso…”
O como bien lo ha dicho Miles Davis, “el silencio es el ruido más fuerte, quizá el más fuerte de todos los ruidos”.
Sin entorpecer demasiado la idea, agrego las palabras de Eugenio de Andrade (poeta portugués) al respecto: “el silencio es mi mayor tentación. Las palabras, ese vicio occidental, están gastadas, envejecidas, envilecidas. Fatigan, exasperan. Y mienten, separan, hieren. También apaciguan, es cierto, pero ¡es tan raro! Por cada palabra que llega hasta nosotros, aún caliente de las entrañas del ser, cuánta baba nos resbala encima al fingir la música suprema”.

mayo 02, 2008

Miradas

Un espejo.
Dos miradas.
Miradas que se buscan
Miradas que se encuentran
Miradas que se entrelazan.
Nadie sabe quien miró primero
Nadie sabe quien miró después.
Miradas infinitas.
Ahí están,
mirándose.
En silencio.

"Hueso de mis huesos"

" Sólo hay un presente que puede proseguirse: el día inexistente, el que no malgastamos día a día, esa hora lujosamente imaginada contra la cual no pueden gigantes ni quimeras ni endriagos ni huracanes. Por ello, corren arroyos sin decirlo, apenas tendidos entre el verde y las nubes que han copiado. Jamás enturbiaré los manantiales para decir que moriré de sed por ti. No es esa buena pista. Porque tú no intervienes. Quiero jugar a prueba tu crueldad. Basta que consideres en qué estado me has puesto por no saber que existo. Este amor lamentoso vive porque no ha nacido en ti, porque no sabes que desfallezco y caigo y prefiero canciones y tormentos por tu desdén que es un desdén que amo. "

Fragmento de "Hueso de mis huesos" de Adriano González León.